¿SE DEBATE EN ARGENTINA?


 

Dr. Fernando López (*) - Especial para Hoy

               Si existe un país en crisis con una sociedad golpeada y vapuleada por la misma, necesariamente tiene que surgir quien de las respuestas y soluciones a sus inconvenientes.

               Cual otra seria la forma de encontrar las personas mas capacitadas y en mejores condiciones de hacerlo que verlos confrontar sus ideas, dar sus diagnósticos y finalmente explicar sus acciones de transformación.

               Si realmente se desea ser una expresión genuina de un sector social o de todos no es algo menor, se debe tener con que hacerlo.

               A juzgar por la cantidad de personajes - dirigentes políticos, periodistas, sindicalistas, empresarios, jueces, etc- que a diario tenemos la feliz oportunidad de escuchar, pareciera que muchos son los que se creen en condiciones de emitir una opinión fundamentada en algo.

               Es decir que existe un caudal humano más que interesante para poder considerar a cualquiera de ellos como un representante de lo que a un sector social o ciudadano le sucede.

               Teniendo en cuenta los numerosos inconvenientes y necesidades insatisfechas de la comunidad, esta se merece una cierta profundidad en el tratamiento de algunas cuestiones.

               Seguramente al pretender dicha exigencia el caudal señalado se reduce, de la misma forma al medir las responsabilidades que no todos tienen en la misma medida.

               Lo que nadie puede eludir es la realidad, aunque pueda dejar de ser objetiva según cómo y quien la mire.

               La desocupación, la falta de oportunidades y la inseguridad es tanto una realidad como es la falta de respuestas que la sociedad ha recibido.

               Tampoco se le ha dado la importancia y profundidad que se merece la discusión de semejante flagelo.

               Plantearlo significa buscar alternativas que deberían estar contempladas dentro de un proyecto nacional para toda la sociedad, sin excluidos ni privilegiados. Trabajo para los desocupados, aumentos de salarios para quienes lo tengan y mejores oportunidades para todos.

               Un proyecto nacional no es una serie de eslogan publicitarios de campaña electoral, ni puede estar al frente cualquiera. Debe tener los principios e ideas transformadoras que conformen una doctrina y ser conducido por el que mejor las represente.

               Hay que buscar alternativas, hay que debatir para encontrarlas, deben ser escuchados quines tengas ideas para aportar.

               Se deben consensuar las medidas de una verdadera transformación, discutiendo y analizando la realidad, las causas de la crisis con la debida profundidad para dar respuestas concretas a la sociedad.

               Que los problemas sean encontrados producto del análisis y de un correcto diagnóstico. Analizar las causas para determinar las consecuencias.

               Comprender que el estallido de Corrientes podía suceder por la profundidad de la crisis económica-social que afecto seriamente las economías regionales.

               Que no fue un problema que debía detectar la “inteligencia” de la SIDE, sino la capacidad de los dirigentes, o en todo caso ambos.

               Tiene que haber quienes se anticipen a las consecuencias, no se puede cabalgar eternamente sobre las contingencias. Encontrar soluciones antes de que exploten en las manos.

               No tiene que ser asesinado brutalmente un periodista para comprender que existe impunidad, no podemos pagar con vidas lo que antes no se pudo determinar.

               Tienen que existir dirigentes a la altura de las circunstancias.

               Un ejemplo histórico a considerar lo constituyo el gobierno de Frondizi, que representaba un programa nacional producto del análisis y debate de muchos dirigentes que comprendieron la realidad y supieron como transformarla.

               Fue un presidente con una doctrina desarrollista, discutida y analizada en todos los ámbitos. Era un estadista, sin publicistas ni asesores de imágenes.

               Porque como entonces no se puede iniciar un debate profundo, hasta ahora inexistente. Con seriedad, con ideas, sin golpes de efecto publicitarios.

               Este podría realizarse en todos los ámbitos posibles, en los partidos políticos, en los sectores, en la universidad, en los medios de comunicación.

               Hay que hablar menos de corrupción y más de la falta de empleos. Aunque reconozcamos lo nefasto de ambas circunstancias.

               Hay que discutir la situación de los trabajadores, la cuestión del salario como generador y motor de la producción que consolide un mercado interno para la Argentina.

               Debatir el aumento o disminución de los impuestos en función de las prioridades fijadas para defender la consolidación de la producción y no con un afán recaudador.

               Escuchar menos de ajustes y más propuestas que generen empleos.

               No creo que sea una ilusión debatir una solución para todos los argentinos que convivimos en una geografía inmensamente rica en recursos económicos y humanos.-

               Solamente una Nación integrada y desarrollada nos va a dar esperanzas, un futuro y la posibilidad de volver a creer en nuestra dirigencia.

               El debate se encuentra pendiente, la transformación también.

(*) Director CEPADE (Centro de Estudios para el Desarrollo)

 


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