LOS LIMITES DE LA REACTIVACIÓN


 

Oscar Garay (*) - Especial para Hoy

               ¿Ha comenzado la tan ansiada reactivación de la economía argentina, luego de casi dos años de profunda recesión? Si fuera cierto que comenzó: ¿ha venido para quedarse? La recuperación: ¿es realmente importante o sólo un efímero soplo de alivio dentro de un huracán recesivo? Todas estas preguntas son las que hoy rondan en casi todos los sectores vinculados con la actividad económica y debiera ser, por qué no, también tema de debate entre quienes no son funcionarios, políticos, empresarios o sindicalistas. Es decir el gran público. El ciudadano común ocupado, subocupado o desocupado.

               Es evidente que las últimas estadísticas conocidas muestran leves signos de mejoría en algunas de las variables de la macroeconomía. Aumento de la producción industrial con respecto al primer trimestre del año pasado, aumento de la oferta y demanda de crédito hipotecario, bajas en los niveles de stocks de las empresas, y de los precios de los commodities, son datos que deben ser computados, en principio, como alentadores. Ahora bien, estos mismos datos deben analizarse a la luz de otros que, de inmediato, invitan a no dejarse ganar por la euforia. En este sentido no puede pasarse por alto que los aumentos de producción industrial se generan en mejores precios de algunos rubros específicos dedicados a la exportación y en el sector automotriz, siempre bajo los impulsos del plan canje. Asimismo la toma de los mismos índices despejados de las distorsiones estacionales podría mostrar una caída con referencia al último trimestre del año pasado.

               Otro indicador significativo es que la baja en la recaudación fiscal no muestra señales de recuperación, por el contrario, se profundiza.

               Tampoco se han registrado aumentos durante el último año en los niveles de inversión. Es decir gasto para una mayor producción futura.

               Por último el constante aumento de la tasa de interés en los EE.UU. hace peligrar los indispensables ingresos de capitales desde el exterior, que permitan cubrir los pagos de la deuda externa y otros déficits varios.

               Así las cosas, creemos que la incipiente mejora en algunos índices de la economía debe ser tomada con mucha cautela y sin dejar de tener en cuenta otras materias de fondo, inherentes al heredado y mantenido modelo económico de la convertibilidad.

               Queremos decir con esto que todas o la gran mayoría de las mejoras que puedan apreciarse tienen un claro límite impuesto por la rigidez del modelo adoptado por Menem y Cavallo en 1991. La producción industrial podrá mejorar levemente en razón de factores externos por las mejoras de precios de algunos productos exportables o baja de tasas de interés que permitan adquirir deuda externa a bajo costo, pero esto no superará los graves problemas que suponen la muy baja demanda interna, la falta de crédito y la pérdida de competitividad que provoca la sobrevaluación del peso. Superar esta última situación no aparece como una tarea fácil. Sí en cambio es seguro el fracaso si se la encara por la vía de la deflación y del abaratamiento del insumo trabajo, como parece ser el criterio que se sustenta desde el Ministerio de Economía.

               La verdadera y profunda reactivación más allá de datos o discursos de ocasión, requiere un verdadero replanteo integral del modelo y que el Estado retome una política monetaria y fiscal coherente con dichos fines. El cepo de la convertibilidad combinado con el peso sobrevaluado ahoga las exportaciones, impide crear divisas en forma genuina, nos torna dependientes en grado extremo de los flujos de capitales provenientes del exterior, facilita la entrada a precios de remate de productos extranjeros de cualquier clase. Consecuentemente amplía la recesión y con ello la desocupación.

               La obvia conclusión de lo dicho hasta aquí es que no será posible una reactivación seria, continua e importante si no se varían ciertos aspectos fundamentales del modelo económico; sin que esto deba interpretarse como se hace frecuente y malintencionadamente con alegatos pro-devaluación. Como bien sostiene Eduardo Curia en su reciente trabajo La Trampa de la Convertibilidad, (Ed. Realidad Argentina, Bs. As., 1999), “...no se trata de elegir entre el tipo de cambio alto con hiperinflación y con algo más de empleo de los 80; y el tipo de cambio bajo con estabilidad falsa e hiper-desempleo de los 90...”.

               Desde este punto de vista resulta imperioso, como mínimo, replantear dentro del Mercosur la política arancelaria extra Mercosur para evitar la inundación inútil de bienes importados.

               Mejorar la recaudación y la eficiencia en el gasto público de modo de otorgar incentivos fiscales para la producción industrial son también armas de política económica a las que ningún país del mundo ha renunciado, no se ve entonces cuál es el motivo por el que la Argentina deba hacerlo.

               No se puede avanzar en las soluciones de fondo en tanto y en cuanto quienes dirigen la política económica sigan atados a ciertos dogmas que, a esta altura, son probadamente perniciosos. La alternativa superadora comienza por que el Estado recupere para sí las armas fundamentales de la política económica y las oriente hacia la inversión productiva y el logro del pleno empleo.

               (*) Integrante del Centro de Estudios Para el Desarrollo (CEPADE)

 


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